crónica de un viajero sobre el carnaval
La vida de una persona y de toda la especie humana se parece a una fiesta, que contiene todos los ingredientes de la existencia y siempre guarda asuntos asombrosos. Durante décadas he sido viajero de lugares y culturas y un día tuve la suerte de llegar a Pasto en época de carnavales, sin sospechar que me quedaría un largo período en esta tierra esencialmente hospitalaria. Nada extraño, pues muchos de los que por aquí han pasado, decidieron prolongar su estadía o quedarse para siempre.
Meses después de mi arribo, aún me preguntaba ¿Porqué a Pasto se le llama "ciudad sorpresa" ?Desde luego, la topografía y los paisajes resultan magníficos. El panorama está expuesto sobre una policromía de verdes, ocres y dorados que ascienden hasta la cima del volcán Galeras, llamado así por los conquistadores españoles, tal vez por la semejanza con los velámenes de sus barcos. También, es singular el curso de la historia de sus gentes y la riqueza cultural que poseen. Pero, lo que más sorprende es el humor y la fabulosa sensibilidad que tienen para los asuntos creativos. El carnaval en una síntesis y un ejemplo.
Como toda fiesta auténtica, trastoca lo establecido para dar paso a lo insólito: se altera la rutina, fluyen las emociones, se despiertan los sentidos y queda al descubierto un sutil tejido social que se urde con persistencia, desde diversos tópicos, durante todo el año y que logra su plenitud cuando los preparativos convergen en el tramado esplendoroso de los carnavales, como denominan los pastusos a su fiesta, en plural, quizá porque es una celebración de todos y, al mismo tiempo, es el festejo de cada uno: la alquimia perfecta entre la comunidad y el individuo. En este contexto, lo fantástico parece evidente y lo evidente se vuelve lúdico.
El carnaval es un juego sorprendente y a los participantes se les llama jugadores. No deja de ser curiosa la semejanza con el vocablo que la lengua anglosajona tiene para la actuación: to play. Actuar, jugar, salirse del personaje habitual y desdoblarse en acciones que generan situaciones extraordinarias, que alegran y recrean, estimulando la función expresiva de quienes el resto del año se caracterizan por las costumbres apacibles y el ánimo sosegado. Es ese sentido, el juego redime, transforma la realidad y le abre espacio a una circunstancia donde todos son espectadores y protagonistas de un asombroso divertimento.
¿De dónde se nutre este derroche de magia y alegría festiva? No cabe duda que la respuesta se encuentra en la raigambre y las tradiciones que se han amalgamado y se han enriquecido mutuamente, a través del crisol de los siglos, en los parajes andinos del Valle de Atriz, donde está Pasto y los municipios que circundan la ciudad.
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